Deificación de Cataluña

ARTUR MAS / GEORGE BERKELEY

Injustamente olvidado y relativizado su legado intelectual, la figura del obispo irlandés George Berkeley no desdice para nada de filósofos como Hume y Locke con los que polemizó en vida.

He releído esta semana los Tres diálogos de Hylas y Philonus, escrito en 1713, en el que Berkeley se refugia tras Philonus, que significa el amante de la mente, para refutar a Hylas, la materia, que oculta la figura de Locke.

La tesis central del libro es que el ser sólo existe en la manera como es percibido. Dicho con otras palabras, que el tiempo, la extensión y los atributos de lo que vemos no forma parte de una realidad externa sino que es consustancial a nuestras percepciones mentales, en abierta contradicción con la metafísica de Locke.

Al final y simplificando el complejo desarrollo de su tesis, sólo podemos captar la realidad a través de las ideas y esas ideas reflejan la naturaleza absoluta de Dios. Dios es la realidad última de las cosas, una refutación del empirismo que le acerca mucho al panteísmo de Spinoza.

Cuando iba avanzando por las páginas de este fascinante libro de Berkeley, que emigró a EEUU para divulgar el mensaje del cristianismo entre los salvajes, me iba dando cuenta de que todo lo que sostiene es perfectamente aplicable al nacionalismo catalán, que podría ser un perfecto epílogo de la epistemología de Berkeley.

Estoy hablando completamente en serio. Si se sustituye todo lo que Philonus dice sobre la idea de Dios y se pone en su lugar la palabra Cataluña, tal y como la entiende Artur Mas, el razonamiento sigue teniendo la misma fuerza argumentativa. Porque, como hemos vuelto a ver esta semana, el líder de CiU percibe la engañosa pluralidad de las cosas a través de un único concepto que ordena y da sentido a lo vivido: Cataluña.

Para los nacionalistas, sólo existe una realidad absoluta que impregna la política, la economía, la cultura y la vida cotidiana: la idea de Cataluña por encima de los individuos y sus circunstancias.

Ser equivale a encarnar esa idea absoluta de Cataluña, que existe ex nihilo a la esperade su materialización. Lo que procede ahora es un proceso de ascesis hacia esa realidad superior en la que los catalanes se podrán autorrealizar en la nación como destino manifiesto tras prescindir del españolismo que les contamina. Por eso, el nacionalismo desemboca en mística.

Dios no existe, existe Cataluña como idea de lo perfecto. La felicidad, la dignidad y la libertad sólo son posibles en ese paradigma que trasciende el carácter contigente de lo real. Ahora sé de donde viene la filosofía de Mas: ha leído a Berkeley.